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martes, 28 de noviembre de 2017

El Muro de Berlín: un pedazo de historia

Hace ya varias horas que la oscuridad ha mitigado las luces de Berlín. Es la noche del 9 de noviembre de 1989 y cientos de ciudadanos se agolpan en los puntos de control que permiten, ya sin necesidad de un pasaporte y visado autorizado, la salida hacia la RFA. Los primeros en llegar se acercan a la garita y preguntan tímidamente a los guardias soviéticos acerca del nuevo decreto presentado por el Politburó de la RDA que permitiría su salida sin restricciones de Berlín Oriental. Ante la primera negativa de levantar las barreras, aquellos cientos de berlineses que conforme se sucedían los minutos se convertían en miles, comenzaron a manifestarse pacíficamente delante de los agentes. El desconcierto reinaba en los accesos fronterizos y cada vez más población hacía acto de presencia. Este caos desembocó en la salida de los ciudadanos a la parte occidental de la capital cuando los guardias levantaron por fin las barreras que franqueaban el paso. Terminaba así un aislamiento que durante casi tres décadas dividió a la capital alemana en dos mitades. 

Mural de la autora Rosemarie Schinzler
La vida después de la II Guerra Mundial no cumplía el lustro de edad y aún se tambaleaba sobre sus pasos. Alemania había quedado dividida en 4 partes gobernadas por estadounidenses, británicos, franceses y soviéticos. Los tres primeros formaron la República Federal Alemana (RFA) en 1949, con capital en Bonn; mientras que los soviéticos fundaron la República Democrática Alemana (RDA) con capital en Berlín, también ese mismo año. La actual capital alemana quedó dividida a su vez en cuatro porciones, administradas por los anteriores países de igual manera. La Guerra Fría echaba a andar de la mano de una tensión cada vez más notable entre el bloque capitalista y comunista. También fueron palpables las desigualdades económicas entre un bando y otro, lo que provocó el éxodo de alrededor de 3 millones de personas de la parte oriental de Berlín, gobernada por la RDA, a la occidental. 

Foto del East Side Gallery actualmente
Con esta situación llegamos al 13 de agosto de 1961, cuando los ciudadanos de orillas del río Spree se despertaron con una alambrada construida por la RDA que no solo dividía en dos la ciudad, sino también familias, amistades, vecindarios y, por ende, la vida cotidiana de millones de personas. Además, de los 81 puntos de acceso a la ciudad, los soviéticos cerraron 69. Y es que, pese a todo, este muro denominado "de la vergüenza" por la sociedad occidental, tan solo fue provisional. Poco tiempo después comenzó la construcción de uno hecho de ladrillo, que años más tarde se convertiría en una pared de casi 4 metros de altura de hormigón armado, en cuya parte superior se colocaba una superficie circular untada de grasa que dificultaba su escalada y, en definitiva, cualquier intento de escape. Para añadir mayor seguridad en los intentos de fuga, se dejó libre de obstáculos varios metros de terreno entre ambas paredes del muro. Conocida como "la franja de la muerte", permitía a los guardias apostados en torretas de vigilancia alcanzar sin apenas esfuerzo a aquellos desdichados que intentaban cruzar de una Alemania a otra. Durante los 28 años de vida del muro de Berlín, cientos de personas murieron intentando cruzar la frontera. El número estimado se desconocía hasta hace poco, aunque un estudio de hace pocos años sobre el Estado del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) las data de 138. Pese a estos datos, en la East Side Gallery encontramos un mural en el que se representan las personas asesinadas durante esos años. En este "Currículum Vitae" se enumeran 136 muertes, donde la última lleva el nombre de Chris Gueffroy.

Currículum Vitae de las víctimas que el muro se cobró
Toda historia llega a su fin y el denominado "telón de acero" que dividía al mundo no iba a ser excepción. La entrada de Gorbachov como secretario general del Partido Comunista de la URSS (PCUS) en 1985 provocó el inicio de las negociaciones internacionales. El secretario general del PCUS era consciente del estancamiento económico que sufría el país e impulsó medidas de reestructuración (conocidas como perestroika). Asimismo, redujo el presupuesto destinado a armamento, lo que tuvo una favorable acogida entre los países del bloque capitalista. Uno de los hechos que favoreció la desaparición del muro fue la apertura entre las fronteras de Hungría (país soviético hasta entonces) y Austria en 1989. Esto precipitó la caída del bloque comunista, pues muchos ciudadanos se desplazaron hasta allí para salir de la URSS. Al mismo tiempo, numerosas manifestaciones de berlineses en la Alemania Oriental pedían el fin de su aislamiento. 

Pese a todo, el detonante que aceleró todo este proceso fue un error burocrático. El 9 de noviembre de 1989, el portavoz del Politburó de la RDA, Günter Schabowski, leía un comunicado de su partido en una rueda de prensa televisada internacionalmente, sin conocer el contenido del sobre que le habían dado sus superiores. Aunque la idea previa del partido era que el decreto que permitiera viajar libremente sin necesidad de visado se pusiera en práctica a partir de la madrugada del día siguiente, Schabowski, al ser preguntado acerca de su validez contestó que sería puesto en marcha "inmediatamente".  Esto ha pasado a la historia como "El error de Schabowski", del cual el Canal Historia hizo un documental hace pocos años. Esa noche, varios miles de berlineses de la zona oriental pasaron por primera vez a la parte occidental. Lo demás es historia, pues esa misma madrugada numerosas personas, entre los que predominaban estudiantes, se acercaron con picos y mazos al muro para intentar derribarlo, como finalmente sucedió.

Obra de Dimitri Vrubel

Hoy día se pueden ver varios fragmentos del muro por diferentes partes de la capital alemana, así como apreciar qué lugares franqueaba, ya que el pavimento resalta al estar compuesto de piedras en vez de cemento. La parte más famosa -ya que es la que mejor se conserva- es el East Side Gallery, donde artistas de todo el mundo dejaron su huella a lo largo de una pared de 1300 metros en la posiblemente mayor galería al aire libre del mundo. El graffiti más famoso de todos es el mural pintado por el artista ruso Dimitri Vrubel, que inmortalizó el que es sin duda uno de los besos más famosos de la historia entre el ex líder soviético Leonid Brezhnev (izq.) y el durante mucho tiempo líder comunista de la Alemania Oriental Erich Honecker. Según palabras del propio Vrubel: "Muestra el tú y el yo. Europa y Rusia separadas por una línea y al mismo tiempo juntas". Este y otros murales forman parte del vestigio de un muro de 155 kilómetros metros que durante muchos años simbolizó la división de una sociedad enfrentada en dos bloques pero que ahora es una alegoría y una expresión de paz.








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sábado, 4 de noviembre de 2017

"Street Art" en Kiev



"Freedom", por el artista Alex Maksiov
En este post me gustaría mostrar una parte de Kiev generalmente desconocida para el turista, pero que merece la pena, sin ninguna duda. Y es que en los últimos años la capital de Ucrania se ha convertido en una ciudad llena de murales que muestran la visión, la reivindicación o simplemente la creatividad de numerosos artistas callejeros, tanto nacionales como internacionales. Embelleciendo los edificios de la ciudad, pocos barrios se libran de una tendencia hoy día en auge. 

Y es que actualmente más de un centenar de estos murales impregnan vida y color a la ciudad. Tanto es así, que en 2015 el bloguero ucraniano Sergii Gryshkevych configuró una página web con su pertinente aplicación para móviles en la que es posible localizar cada uno de los 149 murales, así como su artista correspondiente. He de decir que cuando visité la ciudad hace unos días, ni siquiera tenía constancia de un mísero mural, pero sí que llamó mi atención encontrar tal cantidad. A la mañana siguiente, y gracias a un chaval australiano con el que entablé conversación durante uno de los “Free Tours” en los que participé, supe de su existencia. Lamentablemente, debido al tamaño de la urbe, solo fui capaz de fotografiar unos pocos, la mayoría de los cuales iba encontrando por casualidad. Pese a esto, todos ellos esconden un pedazo de historia en cada uno de los ladrillos que dan consistencia a estas obras de arte. 

Creo que debo empezar por el mural del artista portugués Alexandre Farto en el que pintó a Serghiy Nigoyan. Durante las protestas conocidas como Euromaidán –o Revolución de Maidán- contra el expresidente Víktor Yanukóvih, este joven activista (21 años) ucraniano de origen armenio fue la primera persona en morir durante las protestas. Las manifestaciones comenzaron cuando el entonces presidente cambió de parecer y, en lugar de firmar un acuerdo con la Unión Europea, se decantó por la oferta de su vecina Rusia, de la que obtendría más beneficio económico, en lugar de mayores garantías políticas, pero menos dinero, que era la concesión europea. Muchas personas consideraron esto un retroceso social, se lanzaron a las calles y se instalaron en la plaza de la Independencia para protestar contra el Gobierno, lo que provocó una creciente tensión que en febrero de 2014 desembocó en un enfrentamiento con la policía que se saldó con 84 muertos, 15 policías entre ellos. El citado Nigoyan había fallecido un mes antes debido a un disparo de bala. Este mural se puede localizar fácilmente subiendo por la calle Mykhailivska nº 226.

Serghiy Niyogan, primera víctima en la Revolución de Maidán, por A. Farto


Mural "Lilly of the Valley", obra de van Helten
Otra obra maestra se encuentra en la calle Striletska nº 28, donde hay pintado uno de los mejores trabajos de toda la ciudad: “Lilly of the Valley”, realizado por el artista Australiano Guido van Helten. La temática del mural está inspirada en el poema de la escritora ucraniana Lesya Ukrainka, también activista en su siglo, el XIX.
 
“Freedom” (libertad), mural pintado por el artista ucraniano Alex Maksiov, especialista en trabajar con efectos visuales en tres dimensiones. Este fue el que más me gusto, por aquello que es capaz de transmitirme: una buena idea capaz de viajar libre como el vuelo de los pájaros y posarse en una rama, desde la cual alumbrarnos. Se puede disfrutar en la calle Ivana Franka nº 12.

El artista belga ROA es conocido por sus dibujos de animales y roedores, lo que hace que sea fácilmente distinguible de otros autores. Se puede ver en la calle Olesia Honchara nº 32a. Justo enfrente del mural de ROA, tenemos otra muestra de arte callejero que llegó desde España de la mano de Sebastián Velasco en 2016.


ROA, autor belga caracterizado por dibujos de animales y roedores
Pintada del español Sebas Velasco

Por supuesto, esto es únicamente una minúscula parte de los rincones que esconde la capital ucraniana, donde perderse para encontrar alguno de estos murales quizás sea la mejor manera de darse de bruces con otros tesoros visuales de la ciudad menos visitados por los turistas. Por si queréis echar un vistazo al resto de los murales a través de internet aquí os dejo el enlace a la página web en la que se encuentran, tanto registrados como actualizados, la mayoría de los murales de arte callejero:

Mural de Mata Ruda, artista nacido en Costa Rica
También dejo los links a varios artículos que me han ayudado a buscar información acerca de la historia de las respectivas obras arriba mostradas. Están en inglés, aunque con un vocabulario sencillo y asequible para la mayoría de los lectores:







Por último, quería comentar que existe la posibilidad de hacer un "Free Tour" de arte callejero. Para aquellos que no conozcáis esta forma de turismo, diré que es una de las mejores maneras de impregnarse de la cultura local, pues la mayoría de los guías son nativos o llevan muchos años viviendo en la respectiva ciudad. Estos guías realizan tours gratuitos tanto en español o inglés como en otras lenguas, si bien al final de cada uno el visitante deja una propina que varía entre los 5 y 10 euros. El "Free Tour" de arte callejero sale de la plaza de la puerta de la estación de metro Zoloti Vorota todos los días a las 11:00 de la mañana, con una duración de 2 horas y media. Este tour en concreto es en inglés (https://www.freetour.com/kiev/kyiv-street-art-walking-tour).











viernes, 3 de noviembre de 2017

Escapada a Zakopane



Vista del Morski Oko desde el camino al refugio
4:30 de la madrugada. Cogemos nuestras mochilas, cerramos con llave nuestro piso de estudiantes en Lublin y echamos a andar dirección estación de autobuses. En el camino nos encontramos con algunos compañeros de nuestro bloque de apartamentos, que salen de una de las discotecas del centro de la ciudad. Cruzamos el casco histórico y llegamos a nuestro destino 40 minutos después. Próxima parada: Zakopane. Situada en la región polaca de Podhale, frontera con Eslovaquia, esta ciudad fundada en el siglo XVI es considerada la capital de invierno en Polonia, tal es la afluencia turística que recibe para practicar deportes de montaña. 

Según la leyenda, un hombre llamado Gąsienica llegó hace ahora cuatro siglos a estas tierras, donde erigió un molino junto a sus dos hijos. Aunque pasó muchos años desconocida, la zona comenzó a hacerse popular cuando a mediados del siglo XVIII empezó la extracción de hierro por una empresa local. Ya que sus propietarios recibían numerosas visitas de hombres de negocios, poco a poco se fue convirtiendo en un lugar frecuentado por las clases pudientes debido a sus preciosos paisajes y balnearios. El primer hotel se construyó en 1885. Así, esta ciudad situada a los pies de los montes Tatra y perteneciente a la cordillera de los Cárpatos, ha desembocado en lo que conocemos hoy día.

A mediodía del viernes bajamos del autobús tras 8 horas y nos dirigimos al apartamento, a unos diez minutos de Krupówki, la calle principal de la ciudad. Esta pequeña avenida es idónea para saborear el queso ahumado en los puestos de los vendedores, decidirse por un paseo en un carro tirado por caballos o quizá tomarse una cerveza en un bar o restaurante, lugares amenizados por la noche con música local. Toda una atracción para el turista.

Equipo Zakopín
Tramo de ruta















Tras dejar nuestro equipaje damos una vuelta por el pueblo y aprovechamos para hacer la compra y echar un vistazo a las rutas que nos ofrece este parque nacional. La visita al lago Morskie Oko es obligada y hasta allí subimos al día siguiente. Nos levantamos temprano para aprovechar las horas de sol y, después de hacer unos bocadillos, cogemos un taxi (si bien lo normal es coger uno de los autobuses que salen cada 40 minutos desde la estación) que nos deja a la entrada del parque nacional. El acceso al parque es de unos 20 PLN (unos 5 €), aunque los estudiantes tienen descuento del 50%. El tramo de subida hasta el lago es bonito, aunque se hace por carretera asfaltada y está verdaderamente concurrido, lo que le quita encanto a lo que podría ser una ruta de una horita y poco magnífica. Eso sí, una vez arriba las vistas no defraudan en absoluto y la cámara réflex comienza a disparar sin cesar. El Morskie Oko yace a los pies de los picos alpinos ya cubiertos con un poco de nieve en sus cotas más altas.

Alcanzada la primera parte de la excursión viramos rumbo y cogemos una de las rutas que salen desde el lago, dirección a un refugio de montaña situado aproximadamente a tres horas de camino. Por fin aparecen los paisajes de película que caracterizan al parque y que convierten a uno en creyente a la fuerza. El camino está empedrado en su totalidad, si bien esto no le quita encanto a la caminata, que sube varios picos de algo más de dos mil metros de altitud, desciende a lagos de color perlado y concurre paralelo a la corriente de un río y su frondosa vegetación en su descenso final hacia el inicial tramo asfaltado. Se puede aprovechar el refugio para comer allí a medio camino, junto a la orilla de uno de los lagos que bañan los montes, e incluso se puede reservar habitación para pasar allí la noche si esta se nos hubiera echado encima. La excursión no excede las 8 horas, justo a tiempo para coger, presumiblemente, el último autobús de la tarde dirección Zakopane.


Empedrado presente en toda la travesía
Otra opción que parece de obligado cumplimiento es la subida en teleférico hasta las cercanías de la frontera con Eslovaquia, desde donde se aprecian unas maravillosas vistas del valle. Sin embargo, no quedaban asientos para subir el domingo, y tampoco se nos ocurrió mirarlo con antelación en la página web. Así que volvimos a coger el taxi dirección al parque nacional, aunque esta vez paramos a mitad de camino para coger otra ruta que iniciaba su camino desde un arcén de la carretera. La ruta de hoy es mucho más corta, de unas 4 horas, sin aparente complejidad: no tiene cuestas pronunciadas ni transcurre por zonas escarpadas, perfecta para llegar a mediodía, disfrutar de las vistas de la ciudad de Zakopane y terminar antes de las 16.00 de la tarde. Esta noche la dedicaremos a disfrutar del ambiente nocturno de esta villa de no más de 30.000 habitantes.
Nos duchamos y vamos a dar una vuelta para hacer estómago e ir a cenar a un restaurante típico recomendado por un amigo. Los precios en Polonia son bastante asequibles; se puede comer realmente bien sin exceder los 7 u 8 euros por persona. Aún así, decidimos darnos un homenaje y pedimos parrillada para tres: 12 € por cabeza… Los demás piden diversas sopas y algún que otro plato culinario de la región. Nos gusta tanto que incluso repetimos el sitio (Watra Restaurant) para comer a mediodía del lunes, justo antes de coger el autobús. De esta manera, con ganas de más y la promesa de volver, ponemos rumbo de nuevo a la ciudad de Lublin.

Vista del valle desde el pico más alto de la ruta