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viernes, 3 de noviembre de 2017

Escapada a Zakopane



Vista del Morski Oko desde el camino al refugio
4:30 de la madrugada. Cogemos nuestras mochilas, cerramos con llave nuestro piso de estudiantes en Lublin y echamos a andar dirección estación de autobuses. En el camino nos encontramos con algunos compañeros de nuestro bloque de apartamentos, que salen de una de las discotecas del centro de la ciudad. Cruzamos el casco histórico y llegamos a nuestro destino 40 minutos después. Próxima parada: Zakopane. Situada en la región polaca de Podhale, frontera con Eslovaquia, esta ciudad fundada en el siglo XVI es considerada la capital de invierno en Polonia, tal es la afluencia turística que recibe para practicar deportes de montaña. 

Según la leyenda, un hombre llamado Gąsienica llegó hace ahora cuatro siglos a estas tierras, donde erigió un molino junto a sus dos hijos. Aunque pasó muchos años desconocida, la zona comenzó a hacerse popular cuando a mediados del siglo XVIII empezó la extracción de hierro por una empresa local. Ya que sus propietarios recibían numerosas visitas de hombres de negocios, poco a poco se fue convirtiendo en un lugar frecuentado por las clases pudientes debido a sus preciosos paisajes y balnearios. El primer hotel se construyó en 1885. Así, esta ciudad situada a los pies de los montes Tatra y perteneciente a la cordillera de los Cárpatos, ha desembocado en lo que conocemos hoy día.

A mediodía del viernes bajamos del autobús tras 8 horas y nos dirigimos al apartamento, a unos diez minutos de Krupówki, la calle principal de la ciudad. Esta pequeña avenida es idónea para saborear el queso ahumado en los puestos de los vendedores, decidirse por un paseo en un carro tirado por caballos o quizá tomarse una cerveza en un bar o restaurante, lugares amenizados por la noche con música local. Toda una atracción para el turista.

Equipo Zakopín
Tramo de ruta















Tras dejar nuestro equipaje damos una vuelta por el pueblo y aprovechamos para hacer la compra y echar un vistazo a las rutas que nos ofrece este parque nacional. La visita al lago Morskie Oko es obligada y hasta allí subimos al día siguiente. Nos levantamos temprano para aprovechar las horas de sol y, después de hacer unos bocadillos, cogemos un taxi (si bien lo normal es coger uno de los autobuses que salen cada 40 minutos desde la estación) que nos deja a la entrada del parque nacional. El acceso al parque es de unos 20 PLN (unos 5 €), aunque los estudiantes tienen descuento del 50%. El tramo de subida hasta el lago es bonito, aunque se hace por carretera asfaltada y está verdaderamente concurrido, lo que le quita encanto a lo que podría ser una ruta de una horita y poco magnífica. Eso sí, una vez arriba las vistas no defraudan en absoluto y la cámara réflex comienza a disparar sin cesar. El Morskie Oko yace a los pies de los picos alpinos ya cubiertos con un poco de nieve en sus cotas más altas.

Alcanzada la primera parte de la excursión viramos rumbo y cogemos una de las rutas que salen desde el lago, dirección a un refugio de montaña situado aproximadamente a tres horas de camino. Por fin aparecen los paisajes de película que caracterizan al parque y que convierten a uno en creyente a la fuerza. El camino está empedrado en su totalidad, si bien esto no le quita encanto a la caminata, que sube varios picos de algo más de dos mil metros de altitud, desciende a lagos de color perlado y concurre paralelo a la corriente de un río y su frondosa vegetación en su descenso final hacia el inicial tramo asfaltado. Se puede aprovechar el refugio para comer allí a medio camino, junto a la orilla de uno de los lagos que bañan los montes, e incluso se puede reservar habitación para pasar allí la noche si esta se nos hubiera echado encima. La excursión no excede las 8 horas, justo a tiempo para coger, presumiblemente, el último autobús de la tarde dirección Zakopane.


Empedrado presente en toda la travesía
Otra opción que parece de obligado cumplimiento es la subida en teleférico hasta las cercanías de la frontera con Eslovaquia, desde donde se aprecian unas maravillosas vistas del valle. Sin embargo, no quedaban asientos para subir el domingo, y tampoco se nos ocurrió mirarlo con antelación en la página web. Así que volvimos a coger el taxi dirección al parque nacional, aunque esta vez paramos a mitad de camino para coger otra ruta que iniciaba su camino desde un arcén de la carretera. La ruta de hoy es mucho más corta, de unas 4 horas, sin aparente complejidad: no tiene cuestas pronunciadas ni transcurre por zonas escarpadas, perfecta para llegar a mediodía, disfrutar de las vistas de la ciudad de Zakopane y terminar antes de las 16.00 de la tarde. Esta noche la dedicaremos a disfrutar del ambiente nocturno de esta villa de no más de 30.000 habitantes.
Nos duchamos y vamos a dar una vuelta para hacer estómago e ir a cenar a un restaurante típico recomendado por un amigo. Los precios en Polonia son bastante asequibles; se puede comer realmente bien sin exceder los 7 u 8 euros por persona. Aún así, decidimos darnos un homenaje y pedimos parrillada para tres: 12 € por cabeza… Los demás piden diversas sopas y algún que otro plato culinario de la región. Nos gusta tanto que incluso repetimos el sitio (Watra Restaurant) para comer a mediodía del lunes, justo antes de coger el autobús. De esta manera, con ganas de más y la promesa de volver, ponemos rumbo de nuevo a la ciudad de Lublin.

Vista del valle desde el pico más alto de la ruta


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